Es hora de apostar por el capital humano

4 febrero, 2010

 

Guillermo de la Dehesa – El Pais

Los modelos de crecimiento neoclásicos establecían que el crecimiento aumentaba con la utilización y acumulación de los dos factores básicos de producción (capital físico y trabajo) y su productividad conjunta que crecía a largo plazo a una tasa dada de progreso técnico que era exógeno. Como la acumulación de capital físico mostraba rendimientos decrecientes a escala, llegaba a alcanzarse un estado «estable» en el que el stock de capital crecía con el PIB, la relación capital-producto tendía a ser constante y podía darse una convergencia de renta por habitante entre países a largo plazo.

Invertir en conocimiento e innovación produce retornos dos o tres veces mayores que hacerlo en capital físico

Hoy, los nuevos modelos de crecimiento endógeno determinan que dicho crecimiento está definido por la acumulación de capital físico (bienes de equipo e infraestructuras) y de capital humano (antes trabajo y ahora además educación, formación e I+D+i) siendo ahora el progreso técnico o productividad total de los factores (PTF) endógeno, al depender de políticas que mejoren el nivel de capital humano, luego dicha convergencia a largo plazo no es segura.

Estos modelos confirman que el capital humano produce rendimientos crecientes a escala mientras que la acumulación de capital físico sólo produce rendimientos constantes ya que el capital humano determina el nivel de conocimiento y de producción de nuevas ideas y éstas tienen dos ventajas fundamentales: que son independientes del capital físico ya que pueden crearse sin él y que a diferencia de éste y de los objetos, no son rivales.

El capital físico es rival, es decir, la utilización por una persona de un ordenador, un torno, un automóvil, una infraestructura o un átomo (la base primaria de un objeto) excluye que otras personas los puedan utilizar simultáneamente. El conocimiento y las ideas no son rivales ya que pueden utilizarse por todo el mundo al mismo tiempo sin que su utilización por una persona excluya a las demás.

Por ejemplo, el diseño de un chip puede ser utilizado por miles de fábricas en todo el mundo sin necesidad de tener que ser reinventado o reproducido cada vez que se produce el objeto o chip y una invención puede utilizarse simultáneamente por todas las personas del mundo que obtengan acceso a ella. Además, las ideas y el conocimiento son independientes de los objetos, ya que mientras que éstos necesitan átomos elementales para serlos, las ideas son instrucciones necesarias para organizar dichos átomos y producir objetos.

Estas características únicas del conocimiento hacen que el crecimiento pueda llegar a ser sostenible incluso cuando los objetos o sus materias primas sean finitos, puesto que a través de las ideas pueden encontrarse nuevas formas de organizar los átomos ya existentes para producir nuevos objetos. Por ejemplo, agua, azúcar y sal son objetos rivales, pero alguien tuvo la idea, no rival, de combinarlos, salvando así a millones de niños de morir de diarrea (ORT). Además, el conocimiento y las ideas pueden hoy transmitirse y difundirse por medios electrónicos con costes de transporte cercanos a cero, mientras que el coste de transporte del capital físico es mucho más elevado.

En definitiva, dada una tecnología o un estado de conocimiento, los factores de producción que son rivales, como el trabajo, el capital físico y el territorio, suelen tener rendimientos constantes o decrecientes a escala, mientras que las ideas producidas a través del capital humano, al no ser rivales, tienen rendimientos crecientes a su acumulación.

Ahora bien, la no rivalidad y sus rendimientos crecientes entran en conflicto con la competencia perfecta y con la «mano invisible» de Adam Smith, ya que la remuneración de las ideas antiguas no rivales, al tener un coste marginal cercano a cero, puede llegar a impedir el esfuerzo de investigar para crear nuevas ideas. En competencia perfecta, la eficiencia dicta que el precio debe de ser igual al coste marginal, pero con rendimientos crecientes el precio necesita exceder dicho coste marginal para poder incentivar la creación de nuevas ideas.

De ahí que se haya creado un sistema de competencia imperfecta, como el actual, que incentiva y protege la creación de nuevas ideas e invenciones mediante un periodo de explotación de su innovación y sus patentes, en régimen de monopolio temporal, que permita a sus creadores resarcirse a posteriori del coste tan elevado en el que han incurrido inicialmente. De no ser así, al no producirse nuevas ideas, la tasa de crecimiento mundial sería mucho menor. Sin embargo, la competencia se mantiene ya que existe un proceso creciente de «destrucción creadora» en el que nuevas ideas expulsan y sustituyen a las anteriores.

La evidencia empírica muestra que los retornos de la inversión privada en conocimiento e innovación son entre dos y tres veces mayores, según los países, que la inversión en capital físico. Además, dichos retornos se duplican al tener en cuenta sus efectos «derrame» a otras empresas, al ser su retorno social mucho mayor que su rendimiento privado. Su rentabilidad privada depende de los años de protección de la patente y como ningún sistema de propiedad intelectual garantiza una protección total, parte del nuevo conocimiento generado en una empresa puede terminar estando disponible para otras empresas o investigadores reduciendo así su coste de innovar. Además, cada nueva idea es siempre germen de nuevas ideas futuras.

Otras evidencias muestran que: el aumento de cuatro años de las tasas de escolarización en Estados Unidos ha explicado el 30% del crecimiento del producto por hora trabajada entre 1950 y 1993 y el aumento del stock de nuevas ideas ha explicado el 70% restante; el mayor y más rápido uso de las TIC en Estados Unidos entre 1994 y 2004 ha permitido aumentar su productividad media al 4,5% anual (frente al 2% de la UE) y al 10% la de sus sectores productores y utilizadores de TIC y las nuevas ideas han sido responsables de entre el 40% y el 60% del aumento de la PTF según los países.

Más todavía, la creciente globalización de bienes, servicios, capitales y personas ha creado un nuevo círculo virtuoso puesto que el mercado potencial de las ideas no rivales es ya casi global y la población que las crea o las utiliza se ha duplicado casi gracias a la apertura exterior de los países emergentes, produciendo un aumento todavía mayor de sus rendimientos, de los incentivos para innovar y del crecimiento mundial. Esto explica que a pesar de casi duplicarse el número de personas disponible con capacidad de crear ideas que está determinado por el volumen de la población y por su nivel educativo, la prima salarial de los que las crean o utilizan no ha caído.

Finalmente, muchos países en desarrollo están ahora intentando mejorar sus instituciones sociales, legales y políticas, al constatar que restringen su potencial de crecimiento al impedir que adopten y utilicen nuevas ideas. Dado que estas instituciones son asimismo ideas o invenciones que conforman la asignación de recursos, pueden y deben cambiarse. Por último, siendo Estados Unidos el principal productor de nuevas ideas y conocimiento, es necesario que un creciente porcentaje de la población no angloamericana aprenda inglés.

Pues bien, a pesar de estas contundentes evidencias, España lleva más de una década apostando más por la acumulación de capital físico que por la de capital humano, lo que ha hecho que el crecimiento de su productividad laboral haya sido cercano a cero y el de su PTF negativo. Es ahora imprescindible apostar en serio por el capital humano si queremos un futuro próspero y sostenible.

Los modelos de crecimiento neoclásicos establecían que el crecimiento aumentaba con la utilización y acumulación de los dos factores básicos de producción (capital físico y trabajo) y su productividad conjunta que crecía a largo plazo a una tasa dada de progreso técnico que era exógeno. Como la acumulación de capital físico mostraba rendimientos decrecientes a escala, llegaba a alcanzarse un estado «estable» en el que el stock de capital crecía con el PIB, la relación capital-producto tendía a ser constante y podía darse una convergencia de renta por habitante entre países a largo plazo.

Invertir en conocimiento e innovación produce retornos dos o tres veces mayores que hacerlo en capital físico

Hoy, los nuevos modelos de crecimiento endógeno determinan que dicho crecimiento está definido por la acumulación de capital físico (bienes de equipo e infraestructuras) y de capital humano (antes trabajo y ahora además educación, formación e I+D+i) siendo ahora el progreso técnico o productividad total de los factores (PTF) endógeno, al depender de políticas que mejoren el nivel de capital humano, luego dicha convergencia a largo plazo no es segura.

Estos modelos confirman que el capital humano produce rendimientos crecientes a escala mientras que la acumulación de capital físico sólo produce rendimientos constantes ya que el capital humano determina el nivel de conocimiento y de producción de nuevas ideas y éstas tienen dos ventajas fundamentales: que son independientes del capital físico ya que pueden crearse sin él y que a diferencia de éste y de los objetos, no son rivales.

El capital físico es rival, es decir, la utilización por una persona de un ordenador, un torno, un automóvil, una infraestructura o un átomo (la base primaria de un objeto) excluye que otras personas los puedan utilizar simultáneamente. El conocimiento y las ideas no son rivales ya que pueden utilizarse por todo el mundo al mismo tiempo sin que su utilización por una persona excluya a las demás.

Por ejemplo, el diseño de un chip puede ser utilizado por miles de fábricas en todo el mundo sin necesidad de tener que ser reinventado o reproducido cada vez que se produce el objeto o chip y una invención puede utilizarse simultáneamente por todas las personas del mundo que obtengan acceso a ella. Además, las ideas y el conocimiento son independientes de los objetos, ya que mientras que éstos necesitan átomos elementales para serlos, las ideas son instrucciones necesarias para organizar dichos átomos y producir objetos.

Estas características únicas del conocimiento hacen que el crecimiento pueda llegar a ser sostenible incluso cuando los objetos o sus materias primas sean finitos, puesto que a través de las ideas pueden encontrarse nuevas formas de organizar los átomos ya existentes para producir nuevos objetos. Por ejemplo, agua, azúcar y sal son objetos rivales, pero alguien tuvo la idea, no rival, de combinarlos, salvando así a millones de niños de morir de diarrea (ORT). Además, el conocimiento y las ideas pueden hoy transmitirse y difundirse por medios electrónicos con costes de transporte cercanos a cero, mientras que el coste de transporte del capital físico es mucho más elevado.

En definitiva, dada una tecnología o un estado de conocimiento, los factores de producción que son rivales, como el trabajo, el capital físico y el territorio, suelen tener rendimientos constantes o decrecientes a escala, mientras que las ideas producidas a través del capital humano, al no ser rivales, tienen rendimientos crecientes a su acumulación.

Ahora bien, la no rivalidad y sus rendimientos crecientes entran en conflicto con la competencia perfecta y con la «mano invisible» de Adam Smith, ya que la remuneración de las ideas antiguas no rivales, al tener un coste marginal cercano a cero, puede llegar a impedir el esfuerzo de investigar para crear nuevas ideas. En competencia perfecta, la eficiencia dicta que el precio debe de ser igual al coste marginal, pero con rendimientos crecientes el precio necesita exceder dicho coste marginal para poder incentivar la creación de nuevas ideas.

De ahí que se haya creado un sistema de competencia imperfecta, como el actual, que incentiva y protege la creación de nuevas ideas e invenciones mediante un periodo de explotación de su innovación y sus patentes, en régimen de monopolio temporal, que permita a sus creadores resarcirse a posteriori del coste tan elevado en el que han incurrido inicialmente. De no ser así, al no producirse nuevas ideas, la tasa de crecimiento mundial sería mucho menor. Sin embargo, la competencia se mantiene ya que existe un proceso creciente de «destrucción creadora» en el que nuevas ideas expulsan y sustituyen a las anteriores.

La evidencia empírica muestra que los retornos de la inversión privada en conocimiento e innovación son entre dos y tres veces mayores, según los países, que la inversión en capital físico. Además, dichos retornos se duplican al tener en cuenta sus efectos «derrame» a otras empresas, al ser su retorno social mucho mayor que su rendimiento privado. Su rentabilidad privada depende de los años de protección de la patente y como ningún sistema de propiedad intelectual garantiza una protección total, parte del nuevo conocimiento generado en una empresa puede terminar estando disponible para otras empresas o investigadores reduciendo así su coste de innovar. Además, cada nueva idea es siempre germen de nuevas ideas futuras.

Otras evidencias muestran que: el aumento de cuatro años de las tasas de escolarización en Estados Unidos ha explicado el 30% del crecimiento del producto por hora trabajada entre 1950 y 1993 y el aumento del stock de nuevas ideas ha explicado el 70% restante; el mayor y más rápido uso de las TIC en Estados Unidos entre 1994 y 2004 ha permitido aumentar su productividad media al 4,5% anual (frente al 2% de la UE) y al 10% la de sus sectores productores y utilizadores de TIC y las nuevas ideas han sido responsables de entre el 40% y el 60% del aumento de la PTF según los países.

Más todavía, la creciente globalización de bienes, servicios, capitales y personas ha creado un nuevo círculo virtuoso puesto que el mercado potencial de las ideas no rivales es ya casi global y la población que las crea o las utiliza se ha duplicado casi gracias a la apertura exterior de los países emergentes, produciendo un aumento todavía mayor de sus rendimientos, de los incentivos para innovar y del crecimiento mundial. Esto explica que a pesar de casi duplicarse el número de personas disponible con capacidad de crear ideas que está determinado por el volumen de la población y por su nivel educativo, la prima salarial de los que las crean o utilizan no ha caído.

Finalmente, muchos países en desarrollo están ahora intentando mejorar sus instituciones sociales, legales y políticas, al constatar que restringen su potencial de crecimiento al impedir que adopten y utilicen nuevas ideas. Dado que estas instituciones son asimismo ideas o invenciones que conforman la asignación de recursos, pueden y deben cambiarse. Por último, siendo Estados Unidos el principal productor de nuevas ideas y conocimiento, es necesario que un creciente porcentaje de la población no angloamericana aprenda inglés.

Pues bien, a pesar de estas contundentes evidencias, España lleva más de una década apostando más por la acumulación de capital físico que por la de capital humano, lo que ha hecho que el crecimiento de su productividad laboral haya sido cercano a cero y el de su PTF negativo. Es ahora imprescindible apostar en serio por el capital humano si queremos un futuro próspero y sostenible.


Estrategia para el cambio profesional

28 septiembre, 2009

 BORJA VILASECA 27/09/2009  EL PAIS (Carreras & Capital Humano)

cambio prof

La insatisfacción mueve a las personas a tomar las riendas de su trabajo

Mañana es lunes. ¿Cómo le sienta eso? ¿Le ilusiona retomar su actividad profesional? ¿O más bien está harto de sus circunstancias laborales? Sea sincero: ¿ha sufrido el denominado «síndrome posvacacional»? Ya sabe, esa sensación de «resignación», «desasosiego» y «vacío» temporal que han padecido «seis de cada 10 profesionales españoles» días antes de terminar sus vacaciones y días después de empezar otra vez a trabajar, según Randstad.

Piense en qué destaca y qué le gusta. Considérese oferta de trabajo

Si ha definido su objetivo laboral, será mucho más sencillo conseguirlo

Y es que «la mayoría de los trabajadores sigue fichando cada lunes, considerándose víctima y esclavo de sus circunstancias», afirma el psicólogo Iñaki Piñuel. Sin embargo, en muchos casos «esta actitud negativa esconde una verdad más profunda, a la que muy pocos quieren hacer frente». «Estas personas son en realidad víctimas y esclavas de sí mismas, de sus miedos e inseguridades, lo que les lleva a apegarse a ciertas excusas para no atreverse a cambiar de trabajo». Y son precisamente «el temor y el autoengaño lo que las retiene en organizaciones tóxicas, donde es difícil preservar la felicidad», concluye.

Curiosamente, «este creciente malestar está sirviendo de catalizador para muchos otros profesionales, que han decidido decir basta, empezando así a tomar las riendas de su vida laboral», afirma Lorenzo di Pietro, director de capital humano de Barcelona Activa, la agencia de desarrollo local del Ayuntamiento de Barcelona.

Prueba de que esta «responsabilidad personal» es asumida por cada vez más trabajadores es «el auge de los servicios especializados en promover el cambio profesional, como el crecimiento personal, el coaching, la orientación laboral o la marca personal», dice Di Pietro, para quien «dar el salto profesional debe concebirse de forma estratégica».

Así, este experto invita a que las personas que están pensando en dejar su trabajo primero «reflexionen en profundidad sobre cuáles son sus estudios (conocimientos), inquietudes (gustos, hobbies, preferencias) y competencias (talentos, virtudes, habilidades, dones) para hacer consciente su potencial profesional». El siguiente paso es «ver cómo pueden enlazar su valor diferencial con las oportunidades y necesidades que existen ahora en el mercado», añade Di Pietro.

Eso sí, en este punto del proceso «es importante que cada persona se pregunte qué puede aportar a la sociedad. Porque normalmente los profesionales suelen realizar una búsqueda reactiva, considerándose a sí mismos como la demanda, quedando a merced de las ofertas que el sistema les ofrece», explica Di Pietro. Sin embargo, «la conquista de la responsabilidad personal permite a los candidatos promover una creación proactiva de su profesión, viéndose a sí mismos como lo que en realidad son: la oferta».

Mientras los candidatos siguen buscando qué servicio pueden ofrecer, «se les recomienda que intenten relacionarse con sus circunstancias laborales de la mejor manera posible, viéndolas no como un problema, sino como una oportunidad de aprendizaje», señala este experto.

Gracias al autoconocimiento y desarrollo profesional, «la gran mayoría de personas termina por conectar con una actividad laboral con la que poder sentirse más realizada, que suele estar enfocada a servir a los demás, cubriendo necesidades reales de la sociedad». En este punto del camino, Di Pietro recomienda «apostar por la formación», echando un vistazo a la oferta de posgrados y másteres, que cada año son más especializados.

En esta misma línea piensa Andrés Pérez, experto en marca personal. «Además de saber el ámbito en el que se quiere desarrollar el nuevo proyecto profesional, es necesario que la persona también averigüe cuáles son sus motivaciones y sus valores», para decidir desde el inicio cuál es su «objetivo» o «misión profesional». «Así es mucho más fácil tomar decisiones encaminadas a conseguirlo». En paralelo, «al comenzar a ofrecer un nuevo producto o servicio al mercado, es muy útil trabajar la marca personal, de manera que el candidato pueda diferenciarse creativamente de otros». Y añade: «Cuanto mayor sea la definición y especialización profesional, mayor será su capacidad de conectar con sus potenciales clientes y consumidores».

Por último, «es interesante trabajar el networking y las sinergias laborales, es decir, establecer contactos personales con profesionales del ramo donde se pretende entrar a trabajar, pues además de ver de cerca el oficio, nunca se sabe dónde puede surgir una oportunidad», señala Pérez. Y concluye: «Para hacer efectivo este cambio de profesión, lo más importante es quizá lo más difícil: creer en uno mismo».

¿Para qué sirvo?

– ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué te apasiona? ¿Qué te hace vibrar?

– ¿Qué harías con tu tiempo si no tuvieras la necesidad económica de trabajar?

– ¿Cuál es tu objetivo laboral en la vida? ¿Cómo puedes convertir este en una profesión?

– ¿En qué áreas o sectores puedes ofrecerte? ¿Qué empleo puedes crear?

– ¿Qué valor añadido puedes aportar? ¿De qué manera puedes ser útil?

– ¿Para qué lo quieres hacer? ¿De qué manera beneficia a la sociedad?

– ¿Cómo te sientes al pensar en ello? ¿Te ves capaz de conseguirlo?

Situación actual

– ¿Cómo te levantas los lunes por la mañana?

– ¿Disfrutas en el trabajo? ¿Te motiva lo que haces? ¿Te hace vibrar?

– ¿Tu profesión ayuda y beneficia a otros seres humanos?

– ¿Crees en tus jefes y en tu empresa? ¿Qué sentido tiene lo que haces?

– ¿Qué es lo que te retiene en tu actual puesto de trabajo?

– ¿Qué perderías si lo dejaras? ¿Y qué ganarías si te atrevieras a irte?

– ¿Qué harías si no tuvieras miedo? ¿Qué es para ti el éxito?

Fuente: cuestionario de coaching elaborado por Porta 22 (Barcelona Activa).